Belchite: Un pueblo fantasma




En mayo de 2012 y en un día con bastante viento, visitamos la localidad de Belchite, en la provincia de Zaragoza. A unos 50 km al sur de la capital. Un escenario que muestra las terribles secuelas de la Guerra Civil española del Siglo XX. El recorrido por las ruinas históricas del pueblo viejo de Belchite es estremecedor. Es difícil pasear por sus calles sin conmoverse. Ser testigos de la barbarie colectiva que aquí se produjo, hace comprender la fuerza devastadora de una guerra de aquel calibre. Este manto de desolación fue un pueblo lleno de vida y con una historia longeva, pero también fue sepultura de miles de personas en aquellos trágicos años.

Ubicando el contexto, Belchite ha sido escenario de numerosos conflictos bélicos. Los más recientes, la Guerra de la Independencia contra los franceses y como tumba del pueblo, la Guerra Civil. En 1936, Belchite fue tomada por los nacionales. El ejército republicano emprendió una ofensiva un año más tarde, con el objetivo de acceder a la capital, desviar la atención en el Frente del Norte y así obligar a la llegada de tropas franquistas en la defensa del pueblo. Dos semanas duró la primera batalla de Belchite, con unas consecuencias catastróficas. Miles de muertos y heridos y destrucción de muchos de sus edificios. Fueron enfrentamientos casa por casa, de bodega en bodega. Disparos, tiroteos y bombardeos. Los cadáveres se agolpaban y el calor de agosto y la falta de agua, hizo que mucha gente muriera de sed. 
Llegado 1938, el ejército franquista tomará Belchite de nuevo. Una factura llena de sangre que volverá a pagar el pueblo. Sacudiéndolo de forma letal. La Legión Condor, bombardeó de manera incesante la zona y las dimensiones de los hechos, estuvieron llenas de fatalidad. Los cadáveres se amontonaban por sus calles. 



Una vez acabada la guerra. Franco ordenó mantener intactas las ruinas, como símbolo de la victoria, para que nadie nunca se olvidara. Y ofreció la posibilidad de construir un pueblo nuevo, con promesas de gratuidad, que a posteriori, no se cumplieron. Presos republicanos encarcelados en un campo de concentración cercano, en condiciones infrahumanas, construyeron el pueblo justo al lado.

Las ruinas de Belchite, se ubican a escasos metros del pueblo actual. Los coches se pueden dejar en este terreno, justo al lado de la entrada al pueblo viejo, que se ve al fondo de la imagen.
El escenario tiene un puesto de información, donde puedes leer textos expositivos, observar imágenes y contemplar desde una altura, la calle Mayor del pueblo. Al parecer, ya no se puede visitar de manera libre, porque han cercado el terreno para evitar vandalismos. Ahora se pueden realizar visitas guiadas por 6 euros.


Emprendiendo el camino, el recorrido nos depara paisajes lastimosos. Fruto de la barbarie, del paso del tiempo, de la meteorología y de los saqueos de algunos vándalos.




Quedan diversos monumentos en pie. Dos iglesias devastadas con las bóvedas destruidas  y con arcos semi-derruidos.





La torre del Reloj es otro de los monumentos en pie. Ha sido restaurada, dando posibilidad de subir, pero teniendo mucha precaución, ya que tiene una serie de dificultades en el ascenso. Nosotros la visitamos y pudimos gozar de una vista privilegiada del paisaje amargo.
Es de estilo mudéjar y fue construida entre los S. XIV y XV.


Accedimos a muchas casas, extremando la cautela. Algunas viviendas generan desconfianza, ya que el riesgo de derrumbe es elevado. En la ruta, también pudimos ver varios coches abandonados.





Son numerosos los escritos y homenajes que se plasmaron en el Viejo Belchite. Sus muros derruidos, nos los muestran. Uno en particular, nos puso la piel de gallina:

Pueblo Viejo de Belchite 
ya no te rondan zagales
ya no se oirán las jotas
que cantaban nuestros padres.


Tras varias horas de trayecto, caía el atardecer en Belchite. Para numerosos amantes del misterio, este pueblo recoge una serie de enigmas, mediatizados por el programa Cuarto Milenio de Iker Jiménez. Hay testimonios que dicen escuchar psicofonías relacionadas con las víctimas que allí sucumbieron. Los más escépticos, no las consideran. Pero seguramente, cualquier persona que visite las ruinas de Belchite, sentirá las lágrimas de un pueblo muerto, pero a la vez con vida. Un marco ideal, para valorar más si cabe la paz.




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